Procesión de San Juan Evangelista 2018

Ya se acerca la fiesta de San Juan Evangelista, titular de nuestra parroquia.

Juan, hijo de Zebedeo y de Salomé, hermano de Santiago, se lo considera el águila que se alza hacia las vertiginosas alturas del misterio trinitario: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios”.

Es de los íntimos de Jesús y le está cerca en las horas más solemnes de su vida. Está junto a él en la última Cena, durante el proceso y, único entre los apóstoles, asiste a su muerte al lado de la Virgen.

En el Evangelio él se presenta a sí mismo como “el discípulo a quien Jesús amaba”. Después de la resurrección, Juan permanecerá largo tiempo junto a Pedro. Pablo, en la carta a los Gálatas, habla de Pedro, Santiago y Juan “como las columnas” de la Iglesia.

En el Apocalipsis Juan dice que fue perseguido y relegado a la isla de Patmos por la “palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.” Según una tradición, Juan vivió en Éfeso en compañía de la Virgen, y bajo Domiciano fue echado en una caldera de aceite hirviendo, de la que salió ileso, pero con la gloria de haber dado también él su “testimonio”. Después del destierro en Patmos, regresó definitivamente a Éfeso en donde exhortaba infatigablemente a los fieles al amor fraterno, como resulta de las tres epístolas contenidas en el Nuevo Testamento. Murió de avanzada edad en Éfeso, durante el imperio de Trajano, hacia el año 98.

A San Juan Evangelista lo pintan con un águila al lado, porque es el escritor de la Biblia que se ha elevado a más grandes alturas de espiritualidad con sus escritos. Ningún otro libro tiene tan elevados pensamientos como en su evangelio.

Dice San Jerónimo que cuando San Juan era ya muy anciano se hacía llevar a las reuniones de los cristianos y lo único que les decía siempre era esto: “hermanos, ámense los unos a otros”. Una vez le preguntaron por qué repetía siempre lo mismo, y respondió: “es que ese es el mandato de Jesús, y si lo cumplimos, todo lo demás vendrá por añadidura”.

Pues eso hermanos, a poner en práctica el mandamiento del amor que Jesús nos ha dejado y San Juan repetía. Tener amor es saber soportar, es ser bondadoso, es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta. Es no enojarse ni guardar rencor. Es no alegrarse de las injusticias sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo (1ª Cor.13).

¡Aquí tenemos un reto diario frente al egoísmo y el odio, amar siempre y a todos!

Felices fiestas de San Juan y aprendamos a amarnos.

Juan Carlos Arellano

Párroco de Sonseca

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