
Aún faltaba un buen rato para que comenzara la Santa Misa, pero ya iban llegando los primeros fieles: enfermos y personas mayores, acompañados por sus familiares, que fueron cariñosamente acogidos por los miembros del grupo de visitadores de enfermos, que les ayudaron a ocupar su lugar. Todo estaba preparado para ellos, con delicadeza y cuidado.
En su homilía, Don José Carlos nos ofreció tres pinceladas que nos ayudaron a adentrarnos en el misterio que celebrábamos en esta jornada especial:
En primer lugar, es la solemnidad de la Santísima Trinidad, un misterio que no se puede comprender plenamente con la razón, pero que aceptamos con fe, confiándonos más en Jesucristo que en nuestros propios razonamientos. La señal de la cruz que hacemos tantas veces al día nos recuerda este misterio de amor trinitario y nos coloca en la presencia de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En segundo lugar, celebramos el Día Pro Orantibus, una jornada dedicada a rezar por aquellos que sostienen a la Iglesia con su oración silenciosa y constante: los religiosos y religiosas de vida contemplativa. Don José Carlos evocó con cariño a los consagrados oriundos de Sonseca, hijos del pueblo que han entregado su vida entera a la intercesión, desde el silencio de los monasterios. Su alegría profunda y su entrega total son un testimonio elocuente de la felicidad que brota de vivir para Dios.
Finalmente, en nuestra parroquia celebramos también el Día de los Enfermos, una jornada entrañable de oración, consuelo y esperanza. Durante la Misa, varios enfermos recibieron el sacramento de la unción, esa caricia de Dios que fortalece el alma y, si es su voluntad, también el cuerpo. No es un sacramento de despedida, sino de sanación; no es antesala de la muerte, sino un signo del amor de Cristo que se inclina con compasión ante el que sufre.
No podía faltar un agradecido reconocimiento al grupo de visitadores de enfermos, que durante todo el año llevan consuelo, escucha y esperanza a quienes no pueden acercarse al templo. Con su presencia discreta y constante, son las manos y la voz de la comunidad parroquial allí donde más se necesita. A ellos, nuestra gratitud sincera y el aliento para seguir siendo instrumentos de la ternura de Dios.
Don José Carlos y Don Luis ungieron con solemnidad y ternura la frente y manos de cada uno de los enfermos, mientras pronunciaban la oración ritual. Fue un momento profundamente espiritual.
Al término de la celebración, cada enfermo recibió un pequeño detalle de parte de la parroquia: un gesto sencillo pero lleno de cariño y cercanía.
Hoy ha sido un día de encuentros: con Jesús en la Eucaristía, con la parroquia que acoge y abraza, y también con familiares y amigos a los que, a causa de la enfermedad o la edad, no puede ver con frecuencia, pero cuyos rostros iluminados por la alegría del reencuentro hablaban por sí solos.
Texto: Marta
Fotos: Salva Peces de S.