Ruta a San Pedro de la Mata

El sábado 10 de febrero de 2024, víspera de Nuestra Señora de Lourdes, hemos disfrutado de la segunda ruta a pie de la parroquia. Cuando el día anterior nos hacía presagiar un día complicado para andar por la naturaleza, a causa de la lluvia, Dios nos regala un día espectacular. Radiante de sol, el Cielo azul, fresquito, con un viento del suroeste que acentúa la sensación de frío –que desaparece al caminar-. Un viento que nos vuelve a acariciar el rostro, a despertarnos, como pudiera acariciarte y despertarte un Padre.

Somos unos treinta. Hemos ido en coche hasta Casalgordo. Allí hemos visitado la Ermita, reformada y acogedora. Empezamos uniéndonos en una Oración, pedimos por los pobres, por los que sufren, por nosotros y nuestras familias, ofrecemos el día al Señor.

Una foto del grupo bajo el pórtico, que tiene dos nuevas columnas, y salimos.

Se percibe la alegría y la paz de pasar un rato en buena compañía, sin agobios, para compartir alguna que otra experiencia y momentos de la vida. Y aunque en una actividad no “estrictamente” religiosa, también aquí para hacer parroquia, hacer familia.

Hasta San Pedro de la Mata nos daba el aire de cara, y el camino en ligera subida. Como en la vida: a veces, con el viento de las circunstancias en contra, las dificultades y el camino de la vida “en subida”. Decía Enrique Rojas que aprender a vivir significa tener capacidad para superar las dificultades del camino. Y se preguntaba: ¿cuál es la clave para ello, para superar las dificultades? – Pues el estímulo y el aliento por alcanzar la meta. Nuestra meta parcial es finalizar la ruta, pero nuestra meta total es el Cielo. Estamos motivados, vamos en el mismo tren, somos muchos y tenemos el Mejor Jefe. Animo, Yo voy con vosotros.

En medio de la naturaleza, ahora el campo está precioso, con su verdor, con pequeños arroyos, el agua que da vida, los olivos, encinas, chaparros, la montaña, el transcurrir de los días y las estaciones… “El que viendo las maravillas de la naturaleza ignora a Dios es un necio” –lo dice la Biblia-.

Llegamos a las ruinas de San Pedro de la Mata. Un arqueólogo nos ha ilustrado sobre este templo, que es uno de los mejores ejemplos del arte visigodo del S. VII. Fue descubierto por el conde de Cedillo, a primeros del S. XX. Su construcción se atribuye a las órdenes del rey Wamba, que gobernaba en la segunda mitad del S. VII.

Se asienta sobre un cimiento de piedra de gran tamaño, lo que ha posibilitado su conservación. La Iglesia está construida con muros de sillares de granito –había un yacimiento cercano-. La Iglesia presenta planta cruciforme, de cruz griega, con ábside rectangular, con tres cámaras añadidas, dos junto a la cabecera y una tercera en la parte suroccidental. El ábside es el único espacio que no cuenta con acceso propio dentro del templo, como corresponde a su condición de santuario restringido al clero oficiante. La nave de los pies era el espacio reservado a los fieles. Fue un conjunto monástico con alguna que otra construcción anexa. La capilla mayor estuvo rematada con unos arcos de herradura sobre impostas de mármol y que estuvo abovedada. Sólo se conserva uno de los cuatro arcos, cerrado ligeramente en herradura.

Queda algún resto que hace suponer que recibían el Bautismo por inmersión, sumergiéndose en el agua tres veces (en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo), al recibir el Bautismo ya de adultos. En la cabecera estaba el Santuario, al que accedía el sacerdote que oficiaba la Misa, de espaldas y en latín. En la nave rectangular estaban los fieles, separados por sexos. Tuvo culto hasta el S. XVIII. Y ha sido declarado monumento histórico artístico en 1931.

En definitiva, un lugar donde no hace tanto tiempo hermanos nuestros se reunían también para celebrar la Fe y el culto a Dios, Iglesia que peregrina en el mundo y en el tiempo.

Continuamos con nuestra ruta. Enseguida hemos girado a la izquierda, y teníamos el viento a favor, con una temperatura perfecta –Alguien nos lleva en volandas- Hemos pasado del camino de Peña del rayo al camino del Colorado, éste más empapado y más resbaladizo. Hemos tenido que tener más cuidado.

Y así, compartiendo experiencias, anécdotas, también más o menos profundidades de fe, noticias de la actualidad, encrucijadas de la humanidad en nuestros días… pues hemos ido haciendo comunión, familia, conociéndonos un poquito más. La Iglesia es comunión. El pueblo de Israel vivió una profunda experiencia de comunión andando y andando por el desierto –asistido por Dios-.

Vamos a tener más etapas, más experiencias y seguro más amigos, más unidad, más comprensión y más caridad, porque nosotros sabemos de quién nos hemos fiado.

Al finalizar, siempre gratitud, gratitud. De corazón.

Texto y fotos: Alfonso Martin

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