El escudo episcopal de la iglesia parroquial de San Juan Evangelista de Sonseca (Toledo)

Don Álvaro Hurtado de Mendoza y Sarmiento tuvo seis hermanos. Sus padres Juan y María eran Condes de Rivadavia. Debió nacer en la primera mitad del siglo XVI y murió en Valladolid el 19 de abril de 1586. Ostentó el título de Conde de Pernia.

Desde antes de 1540 y hasta después de 1552 se estuvo construyendo la capilla mayor de la iglesia de San Juan Evangelista de Sonseca y en ese mismo año se terminaron de poner los yesos de las capillas laterales (la de la Concepción o del Carmen y la del Rosario) siendo Don Álvaro párroco de nuestra iglesia.

El 4 de septiembre de 1560 fue nombrado obispo de Ávila tomando posesión en abril o mayo de 1561. Fue entonces cuando decidió costear su escudo heráldico para ponerlo encima de la puerta pequeña de la capilla de nuestra parroquia.

Hacia 1562 San Pedro de Alcántara, acompañado de un grupo de amigos abulenses, fue a pedir a don Álvaro, obispo de Ávila, que aprobase la fundación del primer convento de Santa Teresa. La inauguración del convento de San José fue el 24 de agosto de 1562. Desde entonces don Álvaro fue un verdadero padre para las carmelitas y lo siguió siendo en Palencia, donde fue obispo después .

Don Álvaro visitó a Santa Teresa en el convento de la Encarnación y, según su secretario, quedó ‘totalmente mudado’. Y Santa Teresa pidió a la monjas de Toledo que si las visitaba don Álvaro ‘le muestren mucha gracia porque todo se lo debemos … y siempre nos ha hecho mucho merced.

Una hermana de don Álvaro, llamada María, esposa de don Francisco de los Cobos, Secretario de Estado de Felipe II, también fue protectora de las monjas carmelitas por influencia de su hermano.

 

Fuente: Francisco Gil Gallego y Antonio Gallego Peces

“Alégrate, oh pueblo santo, ven y alábale a Él y póstrate en su presencia, Cristo de reyes es Rey”
Con este canto de entrada, lleno de gozo y fe, comenzó en Sonseca la celebración del primer aniversario de su capilla de adoración eucarística perpetua, el día 16 de julio, solemnidad de la Virgen del Carmen.

Una alianza de amor que permanece

Antes de la Eucaristía, tuvo lugar la bendición e imposición del escapulario del Carmen, signo de la protección maternal de María y de entrega confiada a su amor. Presidió la celebración D. Carlos Loriente, vicario episcopal para el clero, acompañado por el párroco D. José Carlos y por D. Darío, recientemente ordenado. Estuvieron también presentes Eufemio Romano, colaborador en la expansión de las capillas de adoración perpetua en España, y numerosos fieles de la parroquia y pueblos cercanos.

La misa se ofreció por todas las intenciones depositadas en la capilla nacidas de corazones heridos, agradecidos, confiados. La iglesia, llena a rebosar, celebró y agradeció el don inmenso de tener a Jesús Sacramentado expuesto día y noche, desde hace un año, en el corazón del Sonseca. “Nuestro pueblo ya no es el mismo” — afirmó D. Carlos en la homilía—; “la capilla de adoración se ha convertido en “fuente de agua y brisa suave en los momentos de bochorno, sol radiante en la oscuridad. Es un signo visible de la alianza de Dios con cada uno de nosotros para siempre”.

En un lugar profundamente mariano como Sonseca, donde se profesa una intensa devoción a la Virgen de los Remedios, no sorprende que la capilla llegara precisamente “de la mano de María”, en un día tan especial como el del Carmen. Porque sin María no se llega a Jesús. Ella es el camino más perfecto elegido por Dios.

Los adoradores, testigos de este milagro cotidiano, fueron animados a reconocer que, aunque a veces parezca que hacen un favor a Dios, “es Él quien los ha llamado”. Cada encuentro con Jesús en la Eucaristía deja huella, aunque no siempre se perciba de inmediato. La Eucaristía es el inicio del cielo en la tierra, anticipo de la vida eterna donde veremos a Cristo cara a cara y podremos sentir su abrazo.

“En la adoración Cristo quiere poner en nosotros un corazón nuevo, un corazón como el suyo”. Y ese corazón nuevo no se guarda, sino que se derrama: la adoración se prolonga en la vida, esparciendo el amor de Cristo como un fruto precioso.

Una vigilia de amor reparador

La víspera del aniversario tuvo lugar una vigilia de adoración y reparación. Como recordó D. José Carlos, “un acto de reparación es un acto de amor”. Amor ofrecido por los que no aman, por quienes ofenden o ignoran al Señor, por las comuniones mal recibidas, por nuestras propias faltas de amor o de atención. Reparar es poner cariño donde ha habido indiferencia.

Durante la vigilia se compartió una carta de la Hermana Tere, carmelita en la Encarnación de Ávila, quien expresó que una capilla de adoración perpetua “es un regalo inmenso e inmerecido”, y nos invitó a la fidelidad y a la perseverancia en el amor.

El P. Justo Lofeudo, impulsor de muchas capillas de adoración perpetua, relató una anécdota entrañable: cuando unos niños preguntaron al Papa Benedicto XVI qué era adorar, él respondió: “Adorar es dejarse abrazar por Dios”. Así lo viven quienes pasan tiempo en la presencia del Santísimo.

Durante la vigilia, se elevaron peticiones de perdón, se rezó el santo rosario acompañado de las letanías del Santísimo Sacramento, hubo tiempo de oración personal y se finalizó con la consagración a Jesús Eucaristía.

Procesión, bendición y alegría compartida

Al finalizar la celebración eucarística del día 16, el Santísimo fue expuesto y dio comienzo la procesión que culminó devolviendo a Jesús a la capilla, donde quedó nuevamente expuesto a la adoración de su pueblo.

Participaron con devoción un numeroso grupo de niños que este año han recibido su Primera Comunión, niñas de la Escuelita de María, todas las cofradías y hermandades de Sonseca, miembros de Cáritas, la Adoración Nocturna, representantes de la capilla de adoración perpetua de Consuegra y de la adoración nocturna de Orgaz, así como los estandartes de la Virgen de Gracia de Ajofrín y del Cristo del Olvido de Orgaz.

Las calles estaban bellamente engalanadas y al paso de Jesús Sacramentado se esparcía un suave aroma de pétalos de rosa y hierbabuena. Al llegar de nuevo a la capilla, se impartió la bendición con el Santísimo, y todos los presentes compartieron un refrigerio fraterno que permitió compartir la alegría de este aniversario como familia unida por el Amor.

Hoy, Sonseca da gracias. Por este año de adoración ininterrumpida, por los adoradores, por las gracias recibidas, por las lágrimas secadas, por la paz restaurada, por las conversiones, las reconciliaciones, las sanaciones silenciosas que sólo Dios conoce. Y, sobre todo, por la certeza de que Jesús, en la Eucaristía, se queda con nosotros, y nos espera.

 

 

Texto: Marta
Fotos: Salva Peces de S.

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